28 de febrero de 2014
Por: Gerardo E. Alvarado León/ [email protected]
Aquellas imponentes estructuras de metal prácticamente han quedado reducidas a chatarra, ya sea por los embates del tiempo o porque son foco de robos y vandalismo. En los peores casos, solo quedan cimientos, almacenes viejos y tanques vacíos.
Y a lo lejos, captando la vista de todos, las altísimas chimeneas luchan por imponerse en señal de lo que fue la principal industria económica y fuente de ingresos en la Isla hasta mediados de siglo pasado: el azúcar.
“Las centrales azucareras se abandonaron una vez se dejó de producir caña. Los equipos se deterioraron bastante porque no hay mantenimiento, aparte de que muchos han sido robados”, declara la secretaria de Agricultura, Myrna Comas, al recordar que la última central en cesar operaciones fue Coloso, en Aguada, en 2002. Previo a eso, la central Roig, en Yabucoa, cesó operaciones en 2000; y la central Mercedita, en Ponce, cerró en 1994.
Hoy día, sin embargo, “ninguna de las centrales se ha podido rehabilitar”, admite Comas, quien agrega que “las centrales están en condiciones deprimentes que requieren atención”.
Un recorrido de El Nuevo Día por las centrales Coloso, Roig, Mercedita, Plata, en San Sebastián; Igualdad, en Mayagüez; y Aguirre, en Salinas, confirma el avanzando estado de deterioro en el que se encuentran.